Una noche calurosa, entre nubes escasas y un agotamiento sin destino. Ojos soñolientos o inquietos, risa irónica, música de un sábado de fiesta. Último día, algo para ser melancólico y mirar la noche a través de la ventana.
El sujeto tiene y no tiene hambre, quizá es más el impulso de comer, de masticar o despertar. La comida en la bolsa es un «no te vayas tan pronto», un intento de detalle que busca compensar la ausencia, la fatiga, la emoción a media capacidad. Está despierto, o viejo, o silencioso, quizá juntas las tres palabras, quizá el peso se hace más grande a estas horas de la noche, a esta noches del año. Está cansado y se recuesta en su hombro, quiere dormir y quiere un abrazo, pero el silencio es más fuerte, y el silencio detrás del silencio avisa de otros conflictos internos, de un cansancio diferente, de «acércate, pero no te quedes mucho tiempo». El significado son las palabras revueltas, primero debe organizarlas, y desarmarlas, darles un significado verdadero, nada de discursos para apagar incendios.
Hace la promesa de ser un buscador, de recorrer el mundo que ha creado, que está en su mente y conocer los pasillos que se levantan en la ciudad. Es la última noche.