Me estoy distrayendo mucho. Entre varios proyectos que, pare empezar, no necesitan que me siente a escribir con todos mis sentidos puestos al máximo. Extraño escribir, no es que lo haya dejado, lo que pasa es que los días ahora son demasiado cortos para mí, y mi sueño es demasiado pesado. Sin embargo, he seguido escribiendo. Estoy en proceso de revisión, tengo una novela que escribí hace años, no está publicada, mi meta es publicarla, pero me pasó dos de las cosas que me pasan a menudo: mi propia interpretación me dice que la obra no está completa, que debe mejorarse y completarse, eso en la realidad es re escribir una y otra vez las primeras páginas, con intensidad al comienzo, pero que van disminuyendo progresivamente, hasta que tengo que volver a revisar (re escribir) desde el principio. Es un círculo vicioso.
El otro problema, más grave según yo, es mi timidez, el no haber contactado aún con una editorial y preguntar cómo se hace el tema para publicar algo. No creo, a estas alturas, que solo los libros brillantes sean pasibles de ser publicados, alguito me lleva a pensar que la publicación depende más de otras cosas, la fama, los amigos, el dinero, o la perseverancia. Tengo que ser perseverante, las otras tres condiciones se me hacen difíciles para mí, por esa misma razón mis temas no son halagos triviales a las emociones de los lectores, no son galerías de espejos o chauvinismo que bate récords. Mi problema, quizá, mi defecto. Pero no me voy a sentir mal por eso, pretendo que algo de lo que escribo trascienda más allá de la moda literaria de este momento, es un sueño que se repite en mi cabeza, y uno que me hace dividir, de cierta forma (tal vez otro error mío), las obras entre geniales o superficiales. Y puede que esté equivocado, obviamente, puede que me esté moviendo por cuestiones de envidia, porque «ellos» lo lograron y yo no. Ese es un tema también que debo plantearme seriamente.
De momento, ese sesgo, me ayuda a recordarme que las historias son lo más importante, y las mentes dentro de las historias, las pasiones escondidas más allá del juego de palabras o las observaciones nacionalistas o los datos de referencia de la Guerra del Chaco.
Un viejo borracho extraviado, una chica que garabatea su diario, una mujer sentada en un café, o el viajero que se mueve entre las miles de noches del laberinto… Cierro los ojos y pienso en esos detalles, anoto en el celular a la rápida, cuando voy en el trufi, cuando camino y me tengo que detener para que no me atropellen, cuando espero a M., A veces surgen las ideas, la complementación, el detalle debajo del cliché. Hoy escribo porque en este momento tengo este tiempo, pero sé que lo estoy gastando de otro lado, debo hacer trámites, debo ir a casa, debo volver a venir y hacer llamadas, eso de lo que recuerdo. Y recuerdo también que las historias viven en mi mente.